Demuestra que comprendemos y aceptamos el hecho de que, a veces, las cosas se tengan que desplegar cuando les toca. Un niño puede intentar ayudar, rompiendo la crisálida, a que una mariposa salga, aunque, por regla general, la mariposa no resulte en nada beneficiada por el esfuerzo. Cualquier adulto sabe que la mariposa sólo puede salir al exterior cuando le llega el momento y que no puede acelerarse el proceso.
De forma expresa, nos recordamos que no hay necesidad alguna de impacientarnos con nosotros mismos por encontrar que nuestra mente se pasa el tiempo juzgando, o porque estemos tensos, nerviosos o asustados, o por haber practicado durante algún tiempo sin aparentes resultados positivos.
Nos hemos concedido un espacio para tener esas experiencias. ¿ Por qué? ¡Porque de todas maneras las vamos a tener¡ Cuando lleguen constituirán nuestra realidad, serán una parte de nuestra vida que se despliegua en ese momento, de modo que tratémonos a nosotros mismos tan bien al menos como trataríamos a la mariposa.
Cuando practicamos estar así con nosotros mismos, estamos destinados a encontarnos con que nuestra mente posee “ una mente propia “.
Una de las actividades favoritas de la mente es vagar por el pasado y el futuro y perderse en pensar. Algunos de sus pensamientos son agradables: otros, dolorosos y generadores de intranquilidad. En cualquiera de los casos, el mero hecho de pensar ejerce un fuerte tirón en nuestra conciencia. La mayoría de las veces, nuestros pensamientos arrollan nuestra percepción del momento actual y hacen que perdamos nuestra conexión con el presente.
La paciencia puede ser una cualidad especialmente útil para invocarla cuando la mente está agitada y puede ayudarnos a aceptar lo errático de ésta recordándonos que no tenemos por qué arrastrarnos a sus viajes. En realidad, nos ayuda a recordar que lo que es verdad es precisamente lo contrario.
FUENTE: Kabat-Zinn, John (2.004): “Vivir con plenitud las crísis”. Editorial Kairos