En los últimos tiempos, se está empezando a pensar que el rápido aumento de los problemas visuales sea debido a una característica de la vida moderna: cada vez pasamos más tiempo en espacios cerrados y con luz artificial.
Nuestros genes fueron seleccionados originalmente para un mundo muy diverso de aquel en el que vivimos hoy. El cerebro y los ojos se originaron cuando pasábamos casi todas nuestras horas de vigilia al sol.
Cuando los niños pasan demasiadas horas encerrados, sus ojos no pueden crecer correctamente y la distancia entre la lente y la retina se convierte en demasiado larga.
Los investigadores sospechan que la luz intensa del sol al aire libre ayuda a los ojos del niño en desarrollo a mantener la distancia correcta entre el cristalino y la retina. En definitiva, esto es lo que mantiene el enfoque de la visión. La iluminación en lugares cerrados es demasiado tenue para ofrecer el mismo tipo de efecto. En consecuencia, cuando los niños pasan demasiadas horas encerrados, sus ojos no pueden crecer correctamente y la distancia entre la lente y la retina se convierte en demasiado larga, causando visión confusa de lejos.
Un estudio de 2007 dirigido por estudiosos de la Universidad de Ohio, concluyó que, entre niños americanos cuyos dos padres eran miopes, aquellos que pasaban al menos dos horas al día al aire libre, tenían cuatro veces menos de probabilidad de ser miopes que aquellos que pasaban fuera menos de una hora al día.
Hay una forma simple de reducir el riesgo de los problemas visuales, aprovechar el máximo tiempo posible al aire libre
En pocas palabras, el mecanismo biológico que ha mantenido nuestra visión aguda de forma natural desde hace millones de años, frente a condiciones ambientales nuevas no puede ahora desarrollar su función. Y lo que antes constituía una forma útil de adaptación puede hoy ser considerada una molestia. Por ejemplo una actitud constantemente alerta era antes útil para personas que debían encontrar fuentes de comida en zonas selváticas, pero en las aulas escolásticas de hoy a menudo se clasifica como hiperactividad o déficit de atención. Además, cuando un cerebro que se ha adaptado en el curso de milenios a las interacciones sociales cara a cara, encuentra un mundo de e-mail y Twiter….
Afortunadamente, hay un simple modo de disminuir el riesgo de los problemas visuales y es el de aprovechar al máximo, sobre todo en verano, la luz natural del sol y pasar el máximo tiempo posible al aire libre.
¿Por qué no cuidamos nuestra visión del mismo modo que nuestro organismo? Aprender a conocer nuestros ojos, sentirlos y notar cómo usamos la mirada nos permitirá mejorar y cuidar nuestros ojos.
Una de las grandes aportaciones del Dr. Bates fue constatar que la visión no es algo constante, es más, los errores de refracción (miopía, hipermetropía, astigmatismo, presbicia) podían ser revertidos o incluso cambiados totalmente en algunos momentos del día. La base principal del Método Bates es por tanto, la fluctuación de la visión. A la visión le afectan factores como las emociones, el estado de ánimo, el entorno, el cansancio, la luz, pero sobretodo la tensión mental.
Las fluctuaciones de la visión pueden ser más o menos evidentes según si estamos realizando una actividad agradable o desagradable, si debemos poner mucha atención o si añadimos tensión a lo que hacemos. Entre las primeras modificaciones fisiológicas del cuerpo debidas al estrés están el estrechamiento del campo visual, la dilatación de las pupilas y la inmovilidad de la mirada.
Entre las primeras modificaciones fisiológicas del cuerpo debidas al estrés están el estrechamiento del campo visual, la dilatación de las pupilas y la inmovilidad de la mirada.
“La tensión mental de todo tipo produce siempre una tensión ocular consciente o inconsciente. Y si la tensión toma la forma de un esfuerzo para ver, se produce siempre un error de refracción.” (El Método Bates, pág.53)
Según Bates, la tensión mental (stress emocional, mental, ambiental) juega un papel primordial en las fluctuaciones. Promovió la relajación consciente de los ojos, pero también la del espíritu y la toma de conciencia del funcionamiento visual con el fin de mejorarla en su globalidad, es decir, a nivel muscular, nervioso y cerebral.
Si podemos hacer del acto de ver algo pasivo y distendido, estaremos favoreciendo la salud de nuestros ojos. No es necesario ir a atrapar las imágenes con los ojos, con una mirada relajada, podemos dejar que las imágenes esperen a ser vistas y reconocidas sin necesidad de hacer un esfuerzo adicional para verlas.
El acercamiento al Método Bates en cuanto a la prevención de la fatiga ocular y a la mejora de la visión sin gafas es muy pertinente en el momento actual de exceso de impactos visuales. Se puede aprender a introducir en el uso cotidiano de los ojos más relajación y reposo y a tener más en cuenta la relación entre las emociones y la vista. En definitiva, se trata de considerar con más respeto este órgano del cual tendemos a abusar debido a los hábitos de la vida moderna y a las nuevas exigencias tecnológicas: ordenadores, teléfonos móviles, televisión, etc..
De la misma forma que se recomienda tomar frutas y legumbres cada día para estar bien nutrido, o hacer ejercicio para mantener la salud corporal, también podemos aprender a conocer nuestros ojos, a sentirlos y a notar cómo usamos la mirada y como reaccionamos ante el entorno. Podemos ser más conscientes de nuestra visión. Este aprendizaje consciente nos permitirá mejorar el cuidado de nuestros ojos, este órgano tan importante y maravilloso.